La Magia un estadio primitivo de la Religión
De acuerdo con lo expresados por muchos autores especialistas en el tema, la magia no es más que simplemente un estadio primitivo de la religión.
Cuando la inteligencia humana aún no había dado nacimiento a los dioses, creía en fuerzas naturales que se hallaban en condiciones de ser gobernadas y dominadas. El intento de gobernarlas y dominarlas dio origen a la Magia.
Más tarde, estas fuerzas se humanizaron o divinizaron, y la Magia se transformó en Religión.
El principio básico de la Magia reside en la simpatía universal junto a una concepción pneumática de la realidad, que, en el caso de las culturas monoteístas, proviene de Dios.
El término magia deriva de magi, uno de los elementos religiosos
incorporados por los magos en la antigua Babilonia, aunque hubo magos en casi
todas las culturas orientales y occidentales del mundo antiguo.
La Magia y la Hechicería estaban ligadas también a las creencias de pueblos orientales muy antiguos, en los que el mago o chamán era a la vez un sanador y un experto en el invisible mundo de los espíritus, del que actuaba como mediador.
Su papel en la comunidad era determinante. En Grecia y Roma los adivinos y
magos eran consultados a nivel popular.
La creencia en la magia, ocupó un destacado lugar en el mundo de la antigüedad grecorromana. Fueron distintos tipos de rituales mágicos los que se practicaron, según el objetivo a alcanzar. La magia benéfica, cuyo carácter solía ser público, fue practicada incluso por sacerdotes oficiales, como los augures romanos.
No sucedía lo mismo con la magia negra, atribuida a hechiceras, y perseguida por las leyes. Según los textos antiguos, la creencia popular asignaba a las hechiceras una serie de poderes mágicos, tales como volar durante la noche, transformarse en animales, o provocar enfermedades y tormentas.
Los principales dioses a quienes se encomendaban, eran Hécate, Diana y Selene. Los conjuros que más solían realizar eran los de magia erótica.
En la literatura clásica también encontramos brujas mitológicas, como Circe y Medea.
La práctica mágica de la antigüedad contaba con un repertorio de elementos esenciales, tales como: el sahumerio, el sacrificio, la libación, el amuleto, etc. muchos de los cuales aún permanecen en nuestro entorno espiritual y religioso.
Dichos materiales debían ser elegidos de acuerdo a la divinidad invocada, y cumplir una serie de correspondencias y rituales, para resultar efectivos.
El fin hacia el que se dirigían era la realización de un deseo, adquisición de un conocimiento, u obtención de algún bien material que por medios ordinarios no son alcanzables por la limitada condición humana.
El mago, en consecuencia, debe superar las leyes de la naturaleza, que limitan su poder como hombre por medio de tres procedimientos:
Convertirse en un ser sobrenatural, mediante la inmortalización (apothanatismós). Se lleva a cabo la unión del mago con la divinidad solar, o bien a través de una iniciación mistérica, que le permite retornar a una primitiva naturaleza inmortal
Conseguir que un dios del mundo superior actúe en su favor
Obligar a un ser intermedio inferior, conocidos como deimon o ánima, que se ponga a su servicio.
Según Julio Caro Baroja la Magia, como la Religión en general, deriva de la "concepción primaria del mundo y de la existencia" que se caracteriza por una visión "dramática de la Naturaleza, en la que lo divino y demoníaco, el orden y el caos, el bien y el mal, se hallan en pugna constante y con una existencia ligada al hombre mismo".
El hombre primitivo, o primigenio, no considera la Naturaleza "en abstracto como algo impersonal, indiferente y articulado" sino que para él es "algo directo, emocional e inarticulado.
La consecuencia de esta visión "dramática" o "vital" de la Naturaleza fue "que en muchos pueblos de Europa y también de otros continentes, el cielo, el firmamento azul, el día iluminado, se asociaron a la noción de un principio superior, ordenador, masculino y paternal, a la idea de una divinidad suprema en suma" como Zeus o Júpiter del panteón grecorromano, y en el que el sol representaba ideas tales como "fuerza, belleza, vigor, la vida en suma".
Por el contrario, la luna, la noche y la tierra
se asocian con un principio femenino, con la muerte y con los infiernos.
La luz de la luna, a diferencia de la del sol, es
fría e indirecta, muerta; durante la noche la vida se paraliza y reina la
muerte; la tierra es donde residen las almas de los difuntos que aparecen por
la noche y debajo de ella viven los seres del inframundo, de los infiernos,
pero además es la madre de todo, principio femenino, del mismo modo que el
firmamento es el padre, principio masculino, lo que ha dado lugar al culto a
diosas madres con carácter lunar.
Caro Baroja concluye:
Creo que solo un abuso de método es el que ha convertido a la Magia en conjunto y a la Magia clásica en particular, en materia que puede quedar totalmente al margen o solo circunstancialmente adherida a la Religión, susceptible por tanto de estudio aislado.
La realidad es que una y otra han estado unidas de modo mucho más estrecho de que se da entender aun en la generalidad de los tratados y así resulta que los campos de acción de una y otra se interferían.
Podemos admitir, sí, en bloque, que el campo en el que opera más el pensamiento mágico es el campo del deseo y de la voluntad que ha roto otros vínculos, y que en tanto en cuanto la mente humana se somete de modo fundamental a ideas de acatamiento, agradecimiento y sumisión, sigue dentro del campo de los sentimientos religiosos.
Ahora bien, en un caso u otro, dentro de la vida práctica, entre el sujeto que desea una cosa, buena o mala, incitado por odio o amor y el objeto de su deseo, suele interferirse con frecuencia un tercer elemento que, en unos casos, es esencialmente un mago o hechicero y en otros un sacerdote.
Uno conjura, el otro normalmente ora y sacrifica. Pero a veces también, el sacerdote recurre a prácticas mágicas y conjuros y el mago a oraciones y sacrificios.
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